Tiene el aspecto de una adolescente muy hermosa, de largo pelo rubio, de encanto y dulzura incomparables, a diferencia de su hermana (la Sirena chilota) que posee una cola de pez, ella tiene una apariencia completamente humana. Se dice que sale desde las profundidades del mar, semi vestida con un traje de algas, a danzar a las playas.


Desde ese día, las múltiples variedades de peces y mariscos, que el Millalobo ofrece generoso al pueblo chilote, junto con las siembras, en mares y playas, las realiza por intermedio manos de su hija predilecta, la Pincoya, quien para cumplir su trabajo baila una bella y extraña canción, que canta el Pincoy. Los chilotes, especialmente los pescadores, cuentan en sus leyendas que cuando la Pincoya realiza su delicado baile hacia el mar, significa que en esas playas y mares abundarán los peces y mariscos; en cambio si lo hace hacia la tierra, generalmente debido a que los pobladores ha cometido alguna falta en contra del mar, de esta forma les indica que para la temporada venidera, los mencionados productos escasearán y por tal motivo, será necesario salir en su búsqueda a playas y mares lejanos. No obstante, cuando la escasez, en ciertas regiones se prolonga por largo tiempo, por ausencia de la Pincoya, es posible hacerla volver, y con ella, la abundancia, por intermedio de una ceremonia especial.
Otra tarea de la pincoya es la de ayudar a los chilotes que naufragan. Así, los marinos siempre encuentran junto a ellos a la Pincoya, que acude pronto a su auxilio. Si por razones superiores, no logra su propósito de salvarlos, ayudada por sus hermanos la Sirena chilota y el Pincoy, transporta con ternura los cuerpos de los chilotes muertos hasta el Caleuche, en donde ellos revivirán como tripulantes del barco fantasma y a una nueva existencia de eterna felicidad. Seguramente, por esta razón, los chilotes jamás temen al mar embravecido, a pesar que la mayoría de ellos no sabe nadar. El espíritu de la Pincoya, creado por su imaginación, al velar siempre por ellos, les infunde plena confianza, durante sus arriesgadas faenas por los océanos del mundo.
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